Hay silencios que gritan. Silencios que se apoderan del gimnasio justo en el instante en que el atleta se desprende del suelo y su universo se reduce a la pared, a esa coreografía vertical donde cada músculo, cada fibra, escribe un poema efímero. Es la liturgia de la escalada, una batalla íntima contra la gravedad y los propios límites. Y en el Campeonato Nacional, fuimos testigos de cómo esa poesía se escribió con finales dramáticos y dominios absolutos.
La jornada del viernes 25 de julio estuvo dedicada a la explosividad y al poder del Boulder. En la categoría varonil, presenciamos una de esas historias que redimen el concepto de que nada está escrito. Andres Ortega, quien había clasificado discretamente, desató la tormenta perfecta en la final para llevarse el oro con una puntuación de 99.5. Dejó atrás a Leonardo Alejandro Magallanes, segundo, y a Thor Villegas , quien a pesar de dominar la calificación con un avasallador 124.0, tuvo que conformarse con el bronce. Un recordatorio de que en la final, ese instante donde la presión condensa el aire, todo vuelve a empezar.
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Ese mismo día, el Boulder femenil vibró con una tensión máxima. Arantza Fernández se coronó campeona, pero la batalla por el podio fue un thriller resuelto por márgenes mínimos. María Fernanda González se aseguró la plata con 34.9 puntos , sintiendo la presión y el aliento de Regina Salazar, quien con una magnífica actuación y 34.8 puntos, se colgó el bronce. Esa décima de punto, ese suspiro, esa presa apenas sostenida, fue la frontera entre el segundo y el tercer escalón.
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Apenas veinticuatro horas después, el sábado 26 de julio, el escenario cambió a la resistencia y la estrategia de la Dificultad. La narrativa de la élite femenil continuó, pero con una inversión de roles en la cima. María Fernanda González, con la memoria de esa reñida plata, escaló con una determinación feroz para llevarse la victoria con una marca de 27+. Arantza Fernández aseguró su segunda medalla al quedar en segundo lugar, consolidando un dominio compartido entre ambas. Mariana Fierro completó el podio en tercer lugar.
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En la Dificultad varonil, emergió un nuevo monarca. Adizain Solís, con la precisión de un cirujano, avanzó metódicamente por la pared para ganar la competencia. Su séptimo lugar en Boulder el día anterior y su victoria en Dificultad lo definen como un estratega de la vertical, un maestro de la resistencia. El podio lo completaron Guillermo Sebastian Perez y Matías Gutierrez.
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Así se despidió el Nacional. Con la crónica de dos días intensos. El viernes de Boulder nos regaló la sorpresa de Ortega y la batalla milimétrica de Salazar. El sábado de Dificultad confirmó el duopolio de González y Fernández y coronó la inteligencia de Solís. El silencio vuelve al gimnasio, pero en el aire queda el eco de sus ascensos, la historia de una gloria escrita con las yemas de los dedos.
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